viernes, 4 de julio de 2014



Por José Padilla Valdivieso 




Un momento de la excursión en el faro de Cabo de Gata
© José Ángel Rodríguez

El domingo 15 de junio tenía lugar una excursión guiada de la Asociación Proyecto Sierra de Baza al Parque Natural Cabo de Gata, que contó con una treintena de participantes y la estimable compañía de la guía local Ana Martínez Martínez, que nos estuvo  acompañando y  dándonos explicaciones a lo largo del recorrido. Las experiencias y valoraciones, de uno de nuestros compañeros, que asistió a esta excursión, José Padilla Valdivieso, es plasmada en estos apuntes cronológicos, que nos pasa de esta jornada de campo por el Cabo de Gata:

Se salió de Baza a las 8:20 h. de la mañana en dirección Almería y pasando por Guadix. En Dólar desayunamos y después llegamos sin hacer paradas a Cabo de Gata, entrando como estaba previsto por el Retamar.
Conforme íbamos avanzando pudimos ver a la derecha la playa, y a la izquierda las salinas.  Ana Martínez Martínez, nuestra guía, nos iba informando desde el autobús o sobre el terreno de muchos detalles que, de haber ido solos, hubieran pasado desapercibidos, por ejemplo, había una franja ancha vallada donde no se podía aparcar; la finalidad era dejar crecer unas plantas que con su entramado de raíces no dejaban que el aire se llevara la fina arena de las dunas del litoral. También vimos una antigua plantación de pitas. Ana nos explicó que las querían para explotar su fibra haciendo cuerdas y otros derivados, pero con el descubrimiento de las fibras sintéticas (nylon), la idea quedó en desuso. También había chumberas, de las cuales hacían ricas mermeladas. Está demostrado que estas plantas pueden vivir en terrenos desérticos, pues sus hojas gruesas y carnosas le sirven de reserva de agua para aguantar largas sequías.  

Salinas del Cabo de Gata



Flamencos en las salinas de Cabo de Gata
© José Ángel Rodríguez

Volvimos los ojos a las primeras tablas de las salinas que, según Ana, se alimentaba desde la época romana por un túnel subterráneo por donde tomaban agua del mar aprovechando las corrientes de aire que se producen por razones atmosféricas (hoy el uso de motores se alterna con esta técnica). Al empezar la subida, pudimos ver una antigua mina de plomo. Más adelante, la carretera se estrechó peligrosamente, sobre todo porque íbamos bordeando un acantilado de gran altura. La verdad que este tramo peligroso se podría hacer más seguro con un semáforo que regulara el orden de paso para evitar cruzarse dos vehículos. Llegamos bien al Arrecife de las Sirenas un lugar de especial interés geológico e histórico. Geológico porque se puede contemplar desde el mirador las rocas volcánicas. Además, en la casa de la cantera las chimeneas formadas por lava cuarteaban la roca que, al enfriarse, formaban adoquines hexagonales que los romanos utilizaban para hacer calzadas. Históricamente, la costa estaba amenazada por piratas que saqueaban todo lo que podían. En época de Felipe II se hizo un red de torres vigía, pero su guardia no supo organizar bien su defensa, solo a la llegada de Carlos III  se reparó este error contratando hombres más preparados. 

Arrecife de las Sirenas


Panorámica del Arrecife de las Sirenas desde el faro de Cabo de Gata
© José Ángel Rodríguez

En cuanto al nombre del Arrecife de las Sirenas proviene de una leyenda originada entre los hombres que vigilaban en las noches de invierno. Éstos escuchaban, mezclado con el sonido del mar, los sonidos que producía la foca monje, que en aquellos tiempos existía en esta zona. Estos hombres, aunque sospecharan que se trataba de focas, preferían pensar que eran sirenas para vencer su miedo a lo desconocido. También estuvimos fotografiando el peñón de anidamiento de las aves marinas.
Ya de regreso, hicimos una parada en las Salinas del Cabo de Gata, para visitar uno de los observatorios de aves de las salinas.  Abundaban los flamencos, que se movían en grandes grupos por las aguas bajas, removiendo los limos de los fondos en busca de alimento, Ana nos dio una explicación ‘in situ’ de cómo la naturaleza dota a estas aves de zancas especiales adaptadas a la profundidad del agua y de unos picos especializados para comer  seleccionando lo que encuentran en las charcas. Nos puso como ejemplo de estas aves adaptadas a las salinas y a su fauna al flamenco rosa, la avoceta o el pato cuchara.


Comida en la Isleta del Moro


Un momento de la comida
© José Ángel Rodríguez

Volvimos a tomar el autobús dirigiéndonos al pequeño pueblecito de Cabo de Gata llamado La Isleta del Moro. Por la carretera pudimos observar estas tierras áridas donde sólo pueden vivir plantas adaptadas a este clima. Pasamos por dos montículos gemelos, los Picos de los Frailes, a los que los nativos del lugar les llaman Las Teticas de los Frailes, por su simétrica forma de pechos femeninos. Aproximadamente a las 14 h. llegamos a la Isleta del Moro. Dimos una vuelta por el pueblo mientras llegaba la hora de la comida, que fue en el Restaurante La Ola. La comida estuvo bien y más aún el ambiente de amistad entre nosotros. Desde la segunda planta del restaurante se veía muy cerca La Isleta del Moro que le había dado nombre a este pueblo. Según la leyenda, hace muchos años vivía un árabe en la isleta, el llamado Moro Arráez y cuentan que tenía un tesoro escondido.  Mientras, sentado en la mesa saboreando un trago de cerveza, no sé por qué  motivo las gaviotas sobrevolaban la parte superior de la Isleta del Moro. Quietas, sin esfuerzo físico alguno, flotaban en el aire gracias al viento que venía del mar. Me pareció que disfrutaban orgullosas de ese poder que les da la naturaleza..



Vestigios mineros de Rodalquilar


Después de la comida continuamos hasta la última parada del viaje, la visita al pueblo minero de Rodalquilar, donde están las instalaciones mineras de oro y la duna fósil del Playazo. Según datos de Ana, aun cuando esta minas eran conocidas y explotadas desde la antigüedad, para la extracción de plomo, en el año 1883 se descubrió oro en la mina “Las Niñas”, situada en el barranco del Lobo, a menos de un kilómetro del pueblo de Rodalquilar. La explotación industrial del oro comenzó en el año 1916, y estaba  dirigida por ingleses, los que dejaron en el pueblo importantes muestras de su arquitectura tradicional, como la iglesia o un campo de fútbol. En el año 1940, tras la Guerra Civil Española (1936-1939), todas las minas de la zona fueron nacionalizadas, hasta que en 1966 el INI, por medio de su empresa Adaro, cierra las minas de oro que poseía en el pueblo, .dejando de funcionar. Nos contó Ana que el motivo del cierre definitivo de todo el complejo minero se debía a la bajísima rentabilidad de la extracción. A pesar de que todavía quedan cantidades de este metal precioso, su concentración en la roca era tan baja que no hacía rentable el trabajo en este lugar. Se calcula que en los últimos años, de las minas de Rodalquilar, se estuvo extrayendo 5 gramos de oro por tonelada, lo que no lo hacía rentable.
 Una excursión muy amena donde pudimos experimentar que Almería no se ha estancado; rentabilizó el desierto de Tabernas, ya conocido en el mundo entero por servir de escenario a numerosos rodajes, especialmente de ‘espagueti western’, el aprovechamiento de su clima templado para producir hortalizas que abastecen a buena parte de Europa o la puesta en valor de sus parques naturales y monumentos históricos.
Ya de regreso, y mientras ascendíamos en dirección a Guadix por la A-92, tuvimos ocasión de divisar a lo lejos, en lo alto de la Sierra de Los Filabres, el observatorio astronómico de del Calar Alto, construido con fondos europeos en un enclave especialmente propicio para la observación de la bóveda celeste.

El autor de esta reseña cronológica, José Padilla Valdivieso
© José Ángel Rodríguez

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