sábado, 29 de marzo de 2014

                                       
                                                          Vírgen de la Cabeza de Zújar


 Programación de festejos abril de 2014    “Primavera”

Semana Santa de Baza del 14 al 20 de abril.
Romería Virgen de la Cabeza con subida al Cerro Jabalcón en Zújar el último domingo de abril.
   También en estas mismas fechas hay fiestas en Benamaurel y Cúllar con desfiles de moros y cristianos.
   Cuando tenía diecisiete años escribí un relato inspirado en esta romería que titulé  Parecía la misma mañana. Hoy lo hubiera narrado de otra forma pero respeto el momento en que lo escribí.
   En aquellos tiempos, mucha gente hacia promesas sufridas como subir y bajar las empinadas cuestas descalzos y, en algunos casos de rodillas, empleando para ello dos o tres ocasiones en sucesivas romerías. Siempre esta romería se ha celebrado el último domingo de abril. Hoy en día la fiesta está muy bien organizada y, si madrugas, puedes subir en coche hasta cerca de la ermita, punto más alto del recorrido. Vale la pena porque desde allí puedes contemplar un paisaje espectacular en todas direcciones, y es que el Cerro Jabalcón no está asociado a ninguna cadena de montañas, emerge de lo más hondo del valle y ningún obstáculo tapa la visión entre norte y poniente. A sus pies está el Pantano del Negratín, al Este la olla de Baza y debajo del cerro los baños termales de Zújar, conocidos desde época romana y famosos por su aguas curativas.  Este año se han inaugurado los nuevos baños termales, en sustitución de los antiguos, que quedaron inundados por las aguas del pantano. Al lado está el hotel rural Alcanacia. Un día allí comí un plato típico de esta zona; “gachastortas”, y os puedo decir que estaban muy buenas y me vinieron a la memoria tiempos pasados.
   En esta semana festiva no sólo tenemos fiestas en Zújar sino también en Benamaurel y Cúllar, con sus espectaculares desfiles de moros y cristianos. En Baza destacan los pasos de su Semana Santa, donde los costalero aúnan esfuerzos para que todo salga bien  “OS ESPERAMOS”


                                        PARECÍA LA MISMA MAÑANA

   Los cohetes explotaban y su estruendo rebotaba de roca en roca hasta descender a las últimas peñas de Jabalcón, cerro situado al Noroeste del Altiplano de Baza y muy cerca de Zújar.  La mañana era fresca y serena en aquel último domingo de abril de 1954.  Era el día de la romería en honor a la Virgen de la Cabeza y quedé con unos amigos para subir al cerro. La costumbre era subir a la ermita  a la “Chiquitilla”, como la llamaban cariñosamente los lugareños, para después de la misa en la ermita descender con ella hasta el pueblo.
   Nos mezclamos con la muchedumbre, que a pie o a caballo, ascendían las empinadas rampas hacia la ermita de la cumbre. Canciones, risas y conversaciones típicas fluían de las bocas de los jóvenes como una fuente de inagotable alegría. Varios mendigos, pertrechados a los lados del camino, pedían la voluntad a los fieles de la romería.
   Algo llamó mi atención y me quedé atrás, perdiendo de vista a los amigos que me acompañaban. Una joven subía de rodillas sola, sin compañía que le hiciera más llevadero el cumplimiento de su promesa . Seguramente esta penitencia se la ofrecía a la Virgen por haber salido bien parada de algún contratiempo, como era costumbre. Su rostro era bonito y gracioso. Todo en ella destilaba pureza; su blanco ropaje o su rubia melena, que jugaba con la brisa de la mañana. Me acerqué y le pregunté bobamente que si sufría mucho. “Poca cosa”, contestó con una leve sonrisa. Entonces le pregunté por su familia y amigos o si es que quería cumplir la promesa en soledad y su rostro se entristeció. Vaciló unos segundos y después asintió con la cabeza. Por la cara que ponía me di cuenta de que mis preguntas eran inoportunas así que cambié de tema tratando de alegrar un poco aquella conversación.
   La muchacha daba muestras de cansancio y algunas gotas de sangre manchaban las almohadillas que llevaba puestas en sus rodillas. Me dio pena y traté de convencerla para cumplir la promesa por ella. Me agradeció el ofrecimiento y me dijo que eso no era posible. Seguí acompañándola intentando de animarla y al llegar a las peñas llamadas  “Dientes de la Vieja” nos detuvimos.
  - Vas muy fatigada. Deberías dejar a la mitad la promesa para otro año. Eso voy a hacer, -dijo poniéndose de pie, - y agradezco mucho tu compañía.
   - Dime al menos tu nombre.
   - Me llamo Felisa, pero me dicen Felicita.
   Las voces de mis amigos interrumpieron la conversación. Me llamaban mostrando una bota de vino.
-  Vuelvo enseguida.  -le dije mientras me miraba como pidiendo que no me fuera, y cuando llegué hasta el grupo y me di la vuelta,  ella había desaparecido.  
    Algo me dijo ya entonces que no la encontraría en la ermita ni en el camino de regreso tras la misa, pero no por ello dejé de buscarla. Llegado a un punto, las palabras y carcajadas de mis amigos me parecieron ecos lejanos y sentí necesidad de ausentarme. En la bajada encontré muchos grupos que hacían altos en el camino pero en ninguno de ellos brillaba su melena dorada ni sus blancos ropajes.
   Todo un año duraron mis dudas: ¿Quién sería aquella chica? ¿Por qué no la encontré después de haberla buscado tanto? Apenas habíamos cruzado unas palabras, pero su recuerdo se instaló en mí con ansias de eternidad.
   Al año siguiente por fin llegó la deseada romería. Las canciones y risas volvieron de nuevo entre las rocas olvidadas. Todo estaba igual, parecía la misma mañana que conocí a Felicita. Subí despacio la cuesta y al llegar a una piedra llamada los “Dientes de la Vieja”, me senté bajo  ella. Allí, a mitad del trayecto, esperé un buen rato. La Virgen  subía rodeada por la muchedumbre. Pasó y me quedé con ganas de acompañarla. Un poco retrasada venía una señora mayor toda vestida de negro. Subía andando sola y al llegar a la piedra, se puso de rodillas y empezó a subir lentamente. Me fijé en ella detenidamente y pude comprobar que su semblante y sus ademanes me recordaban mucho a los de Felicita. Me acerqué y le pregunté: 
 - Señora, ¿no le parece muy dura la promesa?
    Entonces levantó la cabeza y me contestó:  
 -  Sólo he venido a terminar de cumplir una promesa. -y siguió avanzando penosamente con sus rodillas.
    Al mirar su rostro un horrible presentimiento me hizo de nuevo preguntarle:
- En este mismo sitio conocí una muchacha. Me dijo que este año vendría a terminar de subir la cuesta… Era muy guapa y se llamaba Felicita.
 - ¡Mi hija! -exclamó la mujer levantándose y llorando desconsolada.-¿Es que usted la conocía? Ella no ha podido venir a cumplir lo que tenía prometido… La pobrecita ha muerto.
-  Sí la conocía.  -contesté absorto y consternado por la noticia.
   Consolé como pude a la señora, me despedí de ella y descendí lentamente del cerro. Los ecos de la algarabía, amplificados entre las rocas, fueron perdiendo fuerza conforme me alejaba hasta hacerse murmullos que creí venidos de otro tiempo. Como en los sueños, nada era exactamente lo que parecía y el dolor y la alegría se mezclaron entre la muchedumbre enfervorizada en un moteado impresionista que resbalaba sobre el serpenteante camino. Las voces de mis amigos llamándome me sacaron de mi abstracción. Uniéndome a ellos  Me uní a ellos recobré un poco la alegría.  
                                                                                                                      

                                                                                                                  José Padilla Valdivieso 

miércoles, 12 de marzo de 2014

                                    
                   
                                 Pasarela (río Castril)                    


   En este blog os iré informando de todos los eventos de la zona  y fiestas locales del Altiplano. Lo típico en esta temporada es visitar los vinos del país. Esta tradición consiste en unos locales tradicionales que abren unos cinco meses al año para vender sus vinos jóvenes, elaborados de forma artesanal. Suelen acompañarse de platos como arenques con tomates, careta o chicharra. Esta tradición popular es muy antigua en Baza.
  



 Cata de vinos del país (Plaza Mayor)
  Vinos del país Viña Baza


 Todos los meses en mi blog os ofreceré un nuevo relato de literatura popular inspirada en de hechos acaecidos en el Altiplano de Granada. En este mes de marzo en que termina el invierno os presentaré el relato:

                                                       El invierno de Fahima   

   Las nubes pasaban ligeras en aquel día que mi amigo recuerda remotamente. El frio invierno se hacía sentir y sólo de vez en cuando los rayos del sol lograban sobrepasar aquel cielo triste y oscuro. Era 1953 Juan tenía dieciséis años y vivía en un cortijo a dos kilómetros  del pueblo. Faltaban quince días para la navidad. Era día de mercado en el pueblo y sus padres habían ido a vender pollos, huevos y conejos para poder comprar alguna ropa de abrigo y calzado.                                              
    El perro empezó a ladrar y Juan miró hacia la vereda, observando que se acercaba una mujer con un perro y un asno de reata. Cuando estuvo más cerca comprobó que se trataba de una mujer joven. Tenía aspecto de cíngara o de bohemia, por sus cara y sus formas de vestir; falda larga, pelo largo y negro a juego con sus ojos, grandes y negros, y con un gracioso lunar en la mejilla. Era de una familia de nómadas que habían acampado en los arrabales del pueblo. Llevaban tres tartanas tiradas por asnos y hacían trabajos de orfebrería,  entre otras labores, que cambiaban por alimentos para poder subsistir. La muchacha se acercó hasta donde estaba Juan y le dijo: -¿No tienes un poco de paja para mi asno? El pobre está muerto de hambre.
    El asno, con gran calma, parecía afirmar con el movimiento de su cabeza lo que la chica decía.  Juan lo acarició y palpó los huesos del animal bajo su abundante pelaje.  El perro de la chica también  le miraba pidiendo comida,  sin hacer caso de la perra de Juan, que quería jugar con él. La chica miró el semblante de sus criaturas y guardó silencio como avergonzada.
  Juan comprendió la situación y le dijo que se podía resguardar del viento en el chozón, que era el lugar para guardar los aperos de labranza y donde su madre desgranaba maíz, partía almendras o hacia otras faenas agrícolas para no ensuciar su casa.  Juan tenía miedo de que sus padres volvieran pronto y por eso no invitó a la chica a calentarse en la chimenea de su casa, temía que le regañaran por dar cobijo a una desconocida.  Fahima, que así se llamaba la chica, se refugió con el asno y el perro en el chozón y Juan entró al poco con una espuerta llena de paja y cebada para que comiera el asno, que nada más  ver la comida abrió unos grandes ojos y comenzó a resoplar. Juan volvió a acariciar su lomo esquelético mientras él comía con avidez y movía el  rabo en señal de agradecimiento.
  Juan fue de nuevo a casa y volvió con un plato de chorizos, tocino magroso, pan y un porrón con vino de su cosecha. Lo colocó todo sobre una mesa de matanza e invitó a Fahima a sentarse a la mesa. Juntos comieron, no sin cierta desconfianza de Fahima, que no entendía el motivo de tantas atenciones y temió que Juan quisiera cobrarse de alguna forma deshonesta, pero conforme pasaba el tiempo y miraba a Juan hablar con la mayor inocencia esos temores fueron desapareciendo. En la mesa Fahima aunque mostraba cierto pudor, no lograba ocultar su gran apetito, y era cosa curiosa ver unos labios tan delicados engullendo a tal ritmo el tocino o el chorizo. Los perros también querían participar de la comida y estaban nerviosos pero Juan los fue calmando tirándoles pan y cortezas de tocino y formaron parte del ambiente extrañamente feliz que se vivía.
  Bebieron unos tragos de vino y las miradas de los jóvenes se cruzaron. Mientras, como un milagro, el sol apartó las nubes y bañó con su cálida luz aquella escena del incipiente amor entre dos adolescentes.
Después de la comida Juan le enseñó las figuras de barro que estaba preparando para el belén. Solo tenía la de la Virgen, las demás se las modelaba él mismo con arcilla porque no tenía dinero para comprarlas. Las secaba en el chozón, las cocía en el horno y después las pitaba. Le enseñó el niño Jesús y lo puso en las manos de Fahima para que contemplara aquella preciosidad. Al hacerlo, las manos de Fahima y Juan se unieron sosteniendo al niño. Fahima ya no pudo más y rompió a llorar desconsolada. Su vida era una tragedia;si seguían las cosas así, su enferma madre no podría resistir aquel invierno y los burros no tenían fuerzas para tirar de las tartanas hasta la costa, que era más cálida . Aquella gélida noche dormirían todos juntos para darse calor en el interior de las tartanas. Juan muy afectado por la historia de la muchacha, tomó una vieja funda de colchón y se la llenó de paja para los otros asnos, junto con un buen talego de cebada para que les pusiera pienso a todos Se estaba haciendo tarde y se despidieron. La pequeña Fahima abrazó a Juan, que casi rompe a llorar de la impresión de sus palabras. Solo un roce en los labios  y después un escalofrío al separar sus cuerpos. Se alejó Fahima con su asno y su perro por la misma vereda por la que había llegado. La tarde iba cayendo y Juan la fue siguiendo con la mirada hasta desaparecer entre los olivos. Aquella noche no pudo dormir y a la mañana siguiente fue al arrabal para descubrir que el lugar estaba desierto; los acampados se habían marchado.
Nunca supo más de Fahima y nunca pudo olvidar aquel invierno. Me pregunto cómo es posible que Juan recuerde esta sencilla aventura, cuando él en su vida ha conocido íntimamente a muchas mujeres. ¿ Que tenía Fahima para recordarla después de tantos años?
Mi amigo Juan, que sabía que me gustaba escribir relatos, me contó esta historia por si la podía aprovechar: Tambíén me decía que todo había cambiado mucho, que la navidad era distinta; ya el belén no se ponía en muchos hogares y Papá Noel cada año escalaba más fachadas, desplazando nuestras costumbres.

                                                                                                                       José Padilla Valdivieso